Entrevista completa de Melanie C con Vogue España

 Veinticinco años después, Melanie Chrisholm (Lancashire, 1974) se ha reconciliado con su propia memoria. Poco queda de la ingenua posadolescente que, en 1994, leyó un anuncio del diario The Stage donde buscaban a cinco jóvenes británicas para formar una alineación musical femenina. “Echarle un vistazo al periódico cambió mi vida, pero me ha llevado casi tres décadas entender que lo hizo por un motivo. Conocerme y perdonarme”. La cantante lo recuerda con la voz titubeante desde su casa al norte de Londres, conectada desde un perfil de Zoom que responde al nombre de Scarlett. “Disculpa, a mi hija le gusta jugar a cambiar mi nombre por el suyo para confundir a mis interlocutores”, explica colocándose el jersey de cuello vuelto negro y la escueta melena que cae a la altura de su cuello. Ninguna pista apunta a que esta charla tenga lugar con la misma mujer que en su día un periodista perezoso bautizara como Sporty Spice, a causa de un uniforme deportivo y chulesco que millones de adolescentes se disponían a adular e imitar. “Digamos que he pasado de ser la adepta al chándal más conocida del planeta, a rebelarme contra él y encontrar un término medio en el que incorporar mi propia identidad. Solo he tardado 25 años en hacerlo”, bromea. 

Lo que es de sobra conocido por cualquier persona que no viviera bajo una piedra en la década de los noventa es su historia pública, la que pasa por ser una de las cinco componentes de la banda que en 1995 se revelaba al globo como Spice Girls. Juntas, aportaron un cambio radical al paradigma de la industria musical, dominado entonces por productores y ejecutivos masculinos y copado en sus listas de éxitos por grupos como Take That u Oasis. Melanie Chisholm, Geri Halliwell, Victoria Beckham (entonces Adams), Melanie Brown y Emma Bunton fulminaron con su álbum debut Spice (1996) todos los récords posibles y vendieron, entre 1996 y 2000, más de 75 millones de copias, superando a cualquier antecedente en la historia de la música. “Sigo sin saber por qué ocurrió, pero tengo claro que la sociedad necesitaba algo así, aunque fuera de forma inconsciente”, recuerda. Más allá del éxito desbocado que se tradujo en tres álbumes y un recopilatorio, traducidos en sus respectivas giras musicales y hasta una película, Spice World (Bob Spiers, 1997), cinco posadolescentes hasta entonces anónimas aprendían a labrar una batalla con la fama mundial, el trabajo incesante y el contraste entre la imagen de desparpajo y empoderamiento que proyectaban a sus hordas de fanáticos y unas personalidades en transición que no siempre sonaban al ritmo de la mercadotecnia. Tuvo que ser una despedida ajena, la de Geri Halliwell en 1999, para dedicarse a una carrera en solitario, la que provocó un efecto dominó que desembocó en la disolución de las Spice Girls (con las honrosas reuniones en dos giras, en 2016 y 2019). “Para entonces yo ya sabía que me iba a costar deshacerme del personaje que millones de personas habían decidido asignarme. El reto era conseguirlo”, arguye. Es muy probable que la respuesta se encuentre en Melanie C, su octavo álbum de estudio que reúne (sic) todas las pieles que la cantante de Merseyside ha vivido en estos cinco lustros. Urdido a raíz de su última reunión con las Spice Girls en 2016 y terminado en los primeros albores de la pandemia, este trabajo se sacude la ingenuidad de su fase como ídolo de masas a través de las Spice Girls y vuelve a indagar en terrenos como la electrónica, que conjugó en su debut en solitario, el álbum ya de culto Northern Star (1999). “Aunque, si lo pienso bien, creo que finalmente he podido combinar todo lo que he sido este tiempo, sin prescindir de nada”. Entre abril y mayo (si las circunstancias sanitarias lo permiten), recorrerá Europa para presentarlo. Incluyendo España, donde pasó los veranos de su infancia, concretamente en la Costa Brava, debido al trabajo de su padre. Como aperitivo de la cita, Vogue España retrata a la artista en un estudio londinense con la pretensión de reflejar precisamente eso, la suma de todas sus partes.

Desde la ruptura oficial de Spice Girls como banda musical, en 2001, inicias una trayectoria en solitario que ya suma ocho álbumes. Tras el debut, con Northern Star ese mismo año, llegan Reason (2003), Beautiful Intentions (2005), This Time (2007), The Sea (2011), Stages (2012) y Version of Me (2016). ¿Por qué decides que sea tu octavo disco el que lleve tu propio nombre por título? 

Porque nunca lo había sentido acertado. He pensado sobre ello en cada uno de los trabajos que mencionas, y aunque me ha encantado jugar con el pop, la música electrónica o el dance, creo que eran discos que hacían referencia únicamente a una fase muy concreta que me proponía explorar, no siempre fruto de la espontaneidad. Este disco me pilla sintiéndome cómoda en mi propio cuerpo después de muchos años buscándome, y me pareció una buena declaración de intenciones que resumiera esa sensación. En el disco aparecen colaboradores como Little Boots, Rae Moris o Shura. ¿Qué separa el resultado de tu discografía previa? 
Recuerdo cómo en 2000, cuando estaba trabajando en Northern Star, las canciones me salían fuerte y rápido, porque después de tanto tiempo vinculada a un grupo tenía una montaña de ideas que no habían podido brotar de mi cabeza. En este disco ha vuelto a pasarme eso, apenas ha habido temas que se hayan quedado fuera.

¿Cuándo y dónde situarías tu primer recuerdo con tu vocación por la música? 
Recuerdo perfectamente que fue en una panadería. Yo era muy pequeña, debía tener unos tres o cuatro años, y sonó Wuthering Heights de Kate Bush. Sonaba completamente distinto a lo que solía emitirse en la radio, y estuve meses con el tema en la cabeza y cantándolo allí donde iba. Más tarde, no me quedó otra que empaparme de los gustos musicales de mi madre, de Stevie Wonder a Fleetwood Mac. Y en los ochenta, en secundaria, descubrí a Madonna y a Michael Jackson. Aún recuerdo los ojos de mis padres en blanco con mis gustos de entonces. 

Se ha contado un trillón de veces cómo el germen de las Spice Girls se remonta a una audición que los hermanos Chris y Bob Herbert publicaron en el diario The Stage, donde buscaban a un grupo de chicas para crear una formación femenina. ¿Cómo recuerdas aquel período? 
Yo era bailarina en una academia de danza en Londres y estaba metida en varios procesos para musicales del oeste de la ciudad, aunque mi deseo real era dedicarme a cantar. Estaba con una amiga cuando leímos el anuncio y le dije: “Este es el plan b, no va a haber alternativa”. Las pruebas fueron bastantes surrealistas y, aunque no conocía a ninguna de mis futuras compañeras, tengo que reconocer que me fijé en Victoria [Beckham] un par de veces en los pasillos. Pasé la primera ronda y estaba enferma para la siguiente, así que no pude acudir. Días después me enteré de que ya habían seleccionado a las cinco integrantes, y ahí creí que se acababa todo. Pero a las dos semanas, la agencia me llamó para decirme que una de ellas [Michelle Stephenson] no había terminado de encajar en el grupo y quisieron probarme como la quinta componente. 

En un momento donde la mayoría de grupos coordinaban su vestimenta o tenían prácticamente un uniforme escénico, vosotras pasasteis a la historia por discernir de forma extrema la estética individual de cada una. ¿Tuvisteis algún papel o responsabilidad activa en esos personajes? 
Creo que una de las primeras cosas que hicimos al juntarnos con el equipo fue analizar un poco la historia de bandas musicales femeninas. Si piensas en leyendas como The Supremes o TLC, todas tenían la misma imagen, y eso nos pesaba porque no sabíamos cuál debía ser la nuestra. En uno de los ensayos, Emma llegó con un vestido minúsculo, yo con un chándal y Geri con alguna de sus locuras de entonces, y no recuerdo cuál de todas dijo: “Vistamos siempre así, como lo haríamos para un ensayo”. Apenas lo pensamos unos minutos, y esa casualidad accidental se quedó para los restos como nuestra seña de identidad. 

Vuestro álbum debut, Spice, se posicionó como número uno en las lis-tas de ventas y hasta hoy acumula 23 millones de copias vendidas en todo el mundo. Tú acababas de cumplir 22 años. Viéndolo con perspectiva, ¿cómo crees que te afectó ese éxito tan repentino? 
No voy a negar que fue rematadamente difícil, y creo que bastantes artistas jóvenes han vivido un viaje similar al nuestro. Ese año, nuestra agenda consistía en trabajar y viajar con el piloto automático encendido, sin descanso ni margen para pensar. Estás en modo supervivencia. Tardé bastante en encontrar unos días para frenar y reposar. Cuando lo hice, me di cuenta de lo cansada que estaba, de cómo había cambiado mi vida y cómo me había afectado.

¿Recuerdas cuándo llegó ese momento? 
Diría que no fue hasta que volvimos de la gira de Spice World, a mediados de 1998, cuando todas sentimos algo parecido. Básicamente, me refiero a la salida del grupo de Geri, pero también a todo ese cansancio acumulado que te comentaba. Creo que lo que conseguimos fue algo alucinante pero, al mismo tiempo, era insostenible como forma de vida a largo plazo. Veo que ocurre igual con muchos de los artistas pop de mi generación y de las posteriores. Lo cierto es que es imposible enfrentarte a ese esfuerzo constante si no tienes una enorme resistencia psicológica y mental o alguien que te dé las herramientas para tenerla. 

Aunque el grupo siguió en activo sin la presencia de Geri Halliwell, en 1999 tomasteis la decisión conjunta de hacer un parón. Meses después, publicas tu primer álbum en solitario, Northern Star. ¿Cómo fue componer y lanzar un proyecto casi de forma simultánea con vuestro último trabajo como cuarteto? ¿Recuerdas aquello que decía sobre la importancia de frenar para tomar un poco de perspectiva? 
Pues desgraciadamente, yo estaba justo en el polo opuesto. Veía que mi período en la banda femenina que había marcado mi vida entera llegaba a su fin y quise ser la mujer más productiva del mundo. Lo intenté, pero hubo un momento en que mi cuerpo pudo más que mi mente y mis objetivos. Caí enferma. Los meses posteriores a Northern Star fueron muy difíciles, porque tenía que promocionar un disco que empezaba a despegar, pero detrás de eso yo estaba torturada y exhausta. No exagero si digo que fue, probablemente, el momento más duro de mi carrera. 

La carátula y el libreto de ese álbum suponían una ruptura extrema con todo lo anterior. El pelo corto y teñido de rubio, ni rastro de tu uniforme deportivo y lo mismo con la música, inyectada de una electrónica de club que se manifiesta sobre todo en el primer sencillo de ese nuevo proyecto, I Turn To You. 
Exacto. Estaba frustrada porque, aunque me encantaba haber sido una Spice Girl, sentía que el mundo no reconocía ni estaba interesado en ningún otro aspecto de mí. Me molestaba que la gente no estuviese preparada para escuchar ese disco, y por eso me rebelé de esa manera. Es curioso, porque creo que he pasado mucho tiempo intentando proyectar una imagen diferente al prototipo preestablecido a nivel planetario de la Spice deportiva. Ahora me doy cuenta de que siempre hubo espacio para mí y para ella. Siento que he llegado a un punto en el que tengo la ambición de ser muy positiva en mis letras en lugar de sentir lástima de mí misma. Aunque también hay momentos para eso: a veces debemos sentirnos miserables para acabar empoderándonos. 

Ni tu etapa con las Spice Girls ni la actual en solitario han estado exentas de mensajes o reivindicaciones. Más allá del poder femenino que defendisteis, muchos de los trabajos que has publicado después han estado dedicados a celebrar la lucha de la comunidad LGTBIQ+. ¿Piensas que un artista tiene también la responsabilidad pública de defender los valores en los que cree? 
Es lo que me gustaría pensar, pero creo que tampoco es bueno obligar a los artistas a sentirse presionados constantemente. Yo tengo una plataforma increíble y la utilizo para lo que creo que vale la pena. No soy una persona demasiado política ni siento que tenga el conocimiento suficiente como para hablar de una forma abierta sobre ello, pero si hay algo que siento que me apasiona, como la comunidad LGTBQ+, apoyaré eso y hablaré abiertamente sobre ello. Pero viendo a las nuevas generaciones, creo que me dan, o mejor dicho, nos dan, una lección detrás de otra. Lo digo porque me viene a la mente Billie Eilish, que utiliza su estatus para invitar a la gente a votar, ayudar a quienes lo necesitan y concienciar sobre salud mental. Por eso creo que es importante que los artistas no vivan en su propia burbuja, que poco o nada tiene que ver con la realidad de las personas que escuchan a diario su música
En los últimos años, artistas como Taylor Swift o Kesha han hecho públicas sus experiencias con productores y contratos abusivos que las han llegado a privar de poseer o distribuir su propia música. ¿Cuáles son, en tu opinión, las tareas pendientes que le quedan por resolver a la industria musical? 
Se me ocurrirían demasiadas como para resumírtelas aquí, pero entre otras, algunos contratos abusivos de los que han sido víctimas varias artistas en los últimos años. Lo bueno es que cuando una de ellas se atreve a contarlo de manera pública crea conciencia, y quiero pensar que la próxima persona se lo pensará dos veces antes de intentar aprovecharse de una chica que empieza en esto y apenas tiene 20 años y escaso conocimiento legal de cómo funciona este mercado. 

Y en tu futuro musical, ¿qué otros retos te gustaría alcanzar? 
Pese a la situación de la pandemia, creo que he tenido mucha suerte al lograr poner en marcha nuevos temas y haberlos lanzado al mundo. También de haber cerrado ese círculo con las Spice Girls en 2019. Quiero pensar que el futuro, no el mío, sino el de todos, será inclusivo o no será.

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